
Tabaquismo pasivo: Un riesgo silencioso para el corazón de los no fumadores
Aunque no enciendan un cigarro, millones de personas están expuestas diariamente a los efectos dañinos del humo del tabaco. El tabaquismo pasivo no solo genera molestias inmediatas, como tos, sino que también provoca graves consecuencias para el sistema cardiovascular, aumentando el riesgo de infartos y accidente cerebrovascular, incluso en quienes nunca han fumado.
A pesar de no encender un cigarro, miles de personas se enfrentan a graves riesgos cardiovasculares simplemente por compartir espacios con fumadores. El tabaquismo pasivo, o exposición involuntaria al humo de tabaco, sigue siendo una amenaza silenciosa pero contundente para la salud del corazón.
El humo de segunda mano contiene una mezcla tóxica de más de 7.000 sustancias químicas, incluyendo nicotina, alquitrán y monóxido de carbono. Estudios internacionales han demostrado que respirar este humo puede causar enfermedad cardíaca coronaria, accidentes cerebrovasculares e incluso la muerte.
En Chile, la evidencia también es clara. Una investigación liderada por la académica Carolina Nazzal, de la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina, reveló que tras la implementación de la Ley de Control de Tabaco (marzo de 2013), los infartos cardíacos disminuyeron en un 7,8%. Esto equivale a 764 casos menos al año, confirmando el impacto positivo de los espacios libres de humo.
“El fumador pasivo está sometido a las mismas condiciones de riesgo que el fumador activo. Si yo fumo al lado de una persona, esa persona está inhalando las mismas partículas tóxicas que el fumador, como la nicotina y el monóxido de carbono, lo que a nivel cardiovascular se traduce en los mismos efectos”, afirma el Dr. Mauricio Fernández, cardiólogo de Clínica Alemana de Santiago y Past Presidente del Departamento de Prevención de SOCHICAR.
El peligro no termina cuando el cigarro se apaga. El “humo de tercera mano”, que queda impregnado en ropa, paredes y autos, también libera sustancias dañinas al ambiente, manteniendo el riesgo latente incluso en ausencia del fumador.
Entre los daños más frecuentes causados por el humo de tabaco ambiental se encuentran el infarto agudo al miocardio, accidentes cerebrovasculares y la enfermedad arterial periférica. La irritación de ojos, nariz y vías respiratorias también es común, incluso tras una breve exposición.
Un dato preocupante: una persona expuesta durante solo una hora al humo del tabaco puede inhalar el equivalente a fumar entre dos y tres cigarrillos. Además, la corriente secundaria del humo –la que inhala el fumador pasivo– contiene hasta cinco veces más monóxido de carbono que la corriente principal.
A nivel global, estudios recientes, como el presentado en el Congreso de la Sociedad Europea de Ritmo Cardiaco en Berlín, han evidenciado que el tabaquismo pasivo también aumenta significativamente el riesgo de fibrilación auricular, una arritmia cardíaca potencialmente mortal.
La advertencia es clara: no existe un nivel seguro de exposición al humo de tabaco. Cuidar la salud cardiovascular implica no solo dejar de fumar, sino también proteger a otros de los efectos del humo. Avanzar hacia ambientes 100% libres de humo es una necesidad urgente y un acto de responsabilidad colectiva.
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